Olas del mar, placas tectónicas y cuerdas de chelo, ¿qué tienen en común? No pueden entenderse si no es a través del movimiento.
Y bajo esa misma idea, olas del mar, placas tectónicas y cuerdas de chelo coexistieron en la intervención sonora de Yair López, Ollin: Movimiento, el pasado 10 de abril en el Centro de Ciencias de la Complejidad (C3) de la UNAM dentro del ciclo Intervenciones Sonoras organizado por Rossana Lara Velázquez en colaboración con el Programa Arte, Ciencia y Tecnologías (ACT) auspiciado por la Secretaría de Cultura del Gobierno de México.
“Para mí, Ollin además de ser un Tonal, me hace sentir identificado […] tener un pedazo de historia del cual pueda anclarme y que tenga identidad con lo que hago”, explicó López en entrevista por mensajería instantánea sobre el nombre de su ponencia. De acuerdo con el Gran Diccionario Náhuatl, Ollin se traduce como cosa que anda o se menea. “Movimiento”.
Una de las fuerzas que dirigen a López es la pasión por contar historias. Cursó sus estudios de licenciatura en Ingeniería en Comunicación Multimedia de la Universidad de Guadalajara, donde más tarde realizó una maestría en Ciencias en Geofísica. Su trabajo se desarrolla en la intersección de esas dos áreas: comunicación y geofísica. Lugar donde la voz de la Tierra se vuelve tangible.
Y sin embargo, se mueve
Lo que conocemos como sonido no es mas que vibraciones que nuestro cuerpo es capaz de interpretar, vibraciones generadas por movimiento.
El movimiento trasciende fronteras y podemos aproximarnos a su estudio desde distintas disciplinas y representarlo en diferentes plataformas. “El movimiento es algo que en mi trabajo viene desde el interior de la Tierra, que está ahí todo el tiempo y muchas ocasiones (en su mayoría) en muy baja escala, no lo percibimos, pero sin embargo se mueve”, explicó López. “Podría decir que es la materia prima con la que trabajo”.
Es la búsqueda de las maneras en que las culturas viven los fenómenos naturales lo que ha llevado a López a transformar los datos del quehacer científico en proyectos de arte multidisciplinarios. “Creo más en la interpretación, la reinterpretación, la reproducción y reapropiación de los elementos. Es decir, cualquier gesto que parezca estético o poético puede ser llevado al terreno del arte”, dijo.
Los terremotos no matan, los edificios sí
Una frase recurrente en el trabajo de López y de muchos geofísicos es además el título del libro que López presentó en 2018 y que recopila cuatro años de investigación. “La obra plantea la utilización de datos científicos para la creación de partituras gráficas, material audiovisual y sonificación de los datos (sismos)”, explica un boletín de prensa del Instituto Nacional de Bellas Artes.
Abordar la sismicidad en una ciudad que tiene una relación tan estrecha con el movimiento de las placas tectónicas como la ciudad de México no es algo trivial. La ponencia de López en el C3 comenzó con un acercamiento a los temblores en la historia y la cultura popular, desde los primeros sismógrafos en la antigua China hasta la literatura alemana revisando el cuento de Heinrich von Kleist El Terremoto en Chile de 1807.
Luego, aproximándonos a las inspiraciones en su trayectoria, presentó un LP de 1953 Out of this World, que consiste en grabaciones de sonidos de terremotos y otros fenómenos atmosféricos así como un breve documental derivado de su estancia en una campaña de exploración geofísica en el Pacifico mexicano a bordo del RRS James Cook. El objetivo de la expedición fue delimitar la zona de contacto entre las placas tectónicas e identificar zonas de subducción, es decir, cuando las placas chocan y una se mete debajo de la otra generando puntos de tensión que se liberan en forma de sismos.
Otro proyecto derivado de dicha exploración es escudo(torre) que López realizó en colaboración con el flautista Wilfrido Terrazas y que consiste en la musicalización de los datos sísmicos obtenidos en la expedición. En este proyecto los artistas integran los elementos de la naturaleza en movimiento: la Tierra que genera la base de las partituras, el océano cuya presencia ensordecedora altera los registros y el viento para interpretarlo con una flauta.
López también participó en un proyecto de instalación de instrumentos para monitoreo de actividad sísmica en las islas Marías. Es a través de estos viajes de exploración para escuchar a nuestro planeta que obtiene la materia prima para realizar su obra. Sólo tiene voz lo que se mueve, pero no todo lo que se mueve es escuchado.
Al preguntarle sobre la importancia del sonido para conocer al mundo, López responde con una cita de Jacques Atalli: “Desde hace veinticinco siglos el saber occidental intenta ver el mundo. Todavía no ha comprendido que el mundo no se mira, se oye. No se lee, se escucha”.
Cuando pase el temblor
A corto plazo, López explora las posibilidades del infrasonido (sonidos por debajo de los 20 Hertz y fuera del espectro audible por el oído humano) para abarcar ahora otros elementos de la naturaleza que se escuchan a esas frecuencias como fenómenos atmosféricos y mamíferos marinos.
Además, trabajará en una colaboración con otros artistas en el estero El Salado en Puerto Vallarta, Jalisco. Con este proyecto se busca recuperar la ecología acústica de esta área amenazada por el crecimiento urbano. López hace una invitación abierta a todas aquellas personas interesadas en colaborar con la grabación de sonidos, el registro de especies, y/o tomando fotografías, del 10 al 14 y del 17 al 21 de junio.