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La percepción del arte: más que una función cerebral

   Rosario Aguilar-Cristóbal
   28 de febrero de 2020

El pasado 13 y 14 de febrero, en el Centro de Ciencias de la Complejidad (C3) de la Universidad Nacional Autónoma de México, se tendieron puentes donde anteriormente solía haber barreras.

El “Encuentro Interdisciplinario sobre Ciencia, Sonido y Música (EICSM)” reunió a cerca de media centena de científicos y artistas quienes a través de una serie de conferencias, talleres, conciertos y mesas de discusión presentaron proyectos donde predominó la convergencia disciplinaria.

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El evento fue coordinado por la doctora en Música Rossana Lara Velázquez académica asociada al C3, quien, con el objetivo de fomentar el intercambio y trabajo multidisciplinario sumó esfuerzos con la maestra en Cognición Musical Gabriela Pérez Acosta de la Facultad de Música (FaM) y el doctor en Ciencias Matemáticas Pablo Padilla del Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y en Sistemas.

   La percepción del arte: más que una función cerebral

En las últimas dos décadas, a través de algunas herramientas como la tomografía axial computarizada (TAC), las imágenes por resonancia magnética (MRI y fMRI), la tomografía por emisión de positrones (TEP) o el estudio de señales bioeléctricas, ha sido posible comenzar a estudiar las bases fisiológicas de la experiencia estética.

De esta forma se han identificado diversas regiones del cerebro que se activan en respuesta a una diversidad de experiencias estéticas como la ejecución sublime de una sinfonía, la emoción que produce una poesía o las formas y colores de una escultura o pintura. Estos descubrimientos han sentado la base de un nuevo campo del conocimiento, la neuroestética, aunque al día de hoy hay aún más preguntas que respuestas.

Sin embargo, para José Luis Díaz Gómez, médico y especialista en Psicobiología "el arte no solo es estético, es enriquecedor y útil". Díaz Gómez, también miembro de la Academia Mexicana de la Lengua dictó la conferencia magistral inaugural "Experiencia estética y simulación cerebral". Durante su presentación destacó que “mucha de la neurociencia del arte se avoca a revelar los módulos cerebrales que se activan durante la experiencia visual, auditiva o sensorial en respuesta a las diferentes expresiones del arte”.

Pero, estas respuestas neuronales, que son comunes en todos los seres humanos, están ligadas a los recuerdos y emociones personales que resultan en una experiencia única que subyace en la apreciación subjetiva de la belleza de las cosas. Por ello, Díaz Gómez advirtió que “la percepción del arte es más que una función cerebral”, y por ello, debe estudiarse y comprenderse en un contexto mucho más amplio e interdisciplinario.

   No todos percibimos lo mismo: la experiencia estética

Algunos neurocientíficos interesados en el estudio y vinculación del arte con la neurociencia formalizaron un área de investigación en el 2002 a la que llamaron Neuroestética, dedicada a estudiar las bases biológicas de la respuesta del cerebro frente los estímulos sensoriales generados al interpretar cualquier objeto de arte, es decir, la experiencia estética.

Al respecto, Díaz Gómez explicó que “el arte es metacognitivo pues la obra de arte invita a reflexionar sobre el proceso de su creación, sobre la intención del creador y la cultura en la que se presenta o pretende afectar”. La metacognición se refiere a las representaciones que una persona hace de la realidad. De este modo, el sujeto deja de ser espectador y se convierte en un recreador artístico, los procesos cerebrales dejan de lado el análisis en torno a la materialidad.

Este mismo proceso hace que la experiencia estética se convierta en algo muy personal. Tradicionalmente, ante la pregunta ‘¿qué piensas de una obra de arte?’, la mayor parte de las personas responderá ‘que es bello’. De esta forma el término estético se asocia con la cualidad de belleza bajo la idea popularizada de que ésta es un atributo que siempre posee el objeto de arte.

Al respecto la especialista en Museografía Patricia Peña González explicó en entrevista que “la experiencia estética se refiere a todo eso que está sucediendo al momento de contemplar una obra”, por lo que nuestras percepciones sobre las distintas expresiones del arte van a estar influenciadas por el bagaje cultural, la educación, el contexto histórico, e incluso el estrato social del individuo, lo que hace a la experiencia estética algo muy individual que evocará o resaltará alguna emoción ”no necesariamente porque posea belleza sino porque te provocó algo”. Ese algo también puede ser rechazo.

Bajo esta perspectiva es importante aceptar que la belleza es interpretada de diferente manera por cada persona y que el arte tiene un alcance mucho mayor que sólo una respuesta física o fisiológica. Para Díaz Gómez “estas razones son antípodas a la extraña idea de que las artes no sirven para nada. Son un elemento definitivo de las culturas como símbolos de sí mismas, son vehículos colectivos de autodefinición y de identidad”.


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