Vivir en armonía con el medio ambiente implica reconocer que estamos en un planeta lleno de relaciones donde cuerpos interactúan entre otros cuerpos para un bienestar colectivo. En consecuencia, nadie podrá tener empatía ni ética ambiental si no existe el compromiso para cuidar a otros.
Así lo comentó Omar Felipe Giraldo, profesor investigador de la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES) Mérida, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en el seminario de los Cuidados y Medio Ambiente en la charla titulada
“Afectividad ambiental y espistemo-estesis. El cuidado de la vida”, que se llevó a cabo a través de una sesión virtual organizada por el Centro de Ciencias de la Complejidad (C3) el 23 de marzo del 2022.
Giraldo es especialista en ciencias agrarias, ha sido asesor y consultor de la Organización de Naciones Unidas en Colombia. Su línea de investigación se centra en el pensamiento ambiental, la ecología política y la epistemología ecológica. Ha participado en proyectos como “Re-valorando la tierra: la gobernanza indígena de la silvicultura en el sur de México y el rediseño de la consulta de desarrollo sostenible y evaluación de impacto”.
Fue reconocido en septiembre de 2021 por la Academia Mexicana de Ciencias (AMC) con el Premio de Investigación para científicos jóvenes por su trabajo sobre la expansión de la agroecología impulsada por los movimientos sociales. En este trabajo, Giraldo plantea que, a pesar de que los gobiernos y otros sectores pueden contribuir para crear ambientes apropiados en donde los procesos de territorialización de la agroecología sean satisfactorios, es gracias a las fuertes estructuras organizativas con los campesinos, que las prácticas agroecológicas pueden ser realmente eficaces.
En la charla en el C3, Giraldo planteó que, para aprender a habitar el mundo de forma correcta, se debe aprender a convivir, adquirir conciencia de que vivimos enlazados con otros cuerpos, y que nos reconozcamos como un conjunto de relaciones entre cuerpos.
La ética ambiental
La idea central de su charla fue la ética ambiental, entendida como un encuentro entre cuerpos de seres en contacto. Para el Centro Europeo de Postgrado (CEUPE), de la Universidad Pública de Alcalá, en España, la ética ambiental se entiende como las relaciones entre las personas y el medio ambiente en el que se desenvuelven, y que se preocupa y ocupa especialmente de regular que las acciones de los seres humanos no atenten contra el desarrollo y la evolución de los ambientes naturales.
Para Omar Giraldo, la clave de ese concepto está en el enredo de relaciones que hace que unos seres se encuentran, literalmente, con otros.
“Se debe entender lo ambiental desde lo íntimo, que es la dimensión del cuerpo. (…) Lo que hallamos es una relación de cuerpos entre otros cuerpos. Estamos conformados por millones de bacterias, de virus u hongos”, dijo. “¿Todos estos organismos conforman mi yo o son otros cuerpos en un cuerpo?”, se cuestiona. El hecho de que se reconozcan otros cuerpos, en donde todos tienen la misma importancia, también es parte fundamental de cuidar a otros y sus entornos.
Para entender mejor lo qué significa la ética ambiental en el día a día de las personas,
Giraldo mencionó un ejemplo donde dijo que el sabor de la manzana no reside en la manzana misma, ni en la persona que la está saboreando, sino que ocurre en un encuentro entre ambas. Por ejemplo, la manzana toca mi lengua y mi lengua toca la manzana. Entonces lo que realmente ocurre es un encuentro entre la piel de la manzana y la piel de mi cuerpo. Pero en concreto, es encuentro entre miles de organismos, de historia y de experiencias. Porque gracias a lo que una persona ha vivido, se puede saber lo que es el sabor de la manzana, así como la manzana puede llegar a ser eso que es, gracias a las relaciones que se han dado en la historia de su siembra y cosecha.
De esta idea surge la ética del cuidado de la vida; en ella no basta con comprender nuestro ser, sino saber que estamos en el planeta con otros. “La humanidad ha decidido deshabitar la Tierra con ejércitos y violencia como si fuera un objeto cosificable. Habitar la Tierra implica saberse acoplar entre estos encuentros”, mencionó Giraldo.
La ética del cuidado de la vida se basa en comprender el mundo como una red de relaciones en donde estamos inmersos. En ella, surge un reconocimiento de la responsabilidad hacia los otros, los cuerpos que nos observan, nos cuidan, nos acompañan. Nuestro compromiso dentro de la ética del cuidado de la vida es, entonces, con los otros cuerpos.
La importancia del cuerpo
Para Giraldo, los seres humanos nos hemos convertido en “células cancerígenas”, que no tienen conexión con otras células y que crecemos de forma hipertrófica, tal como los órganos crecen de manera exagerada. Los seres humanos se reproducen en el mundo, pero no lo habitan. Por eso, dijo, “se debe aprender a habitar el mundo, no a dominarlo”.
La empatía ambiental se logrará restaurar cuando se entienda que se deben interconectar los seres, mezclándose en sus trayectorias vitales, afectándose en una ecología de intersensibilidades, en la que cada ser comunique sus dolores, enojos, angustias, miedos y alegrías y se pueda tener la sensibilidad y la empatía para saber cómo ayudarlos.
Por eso no puede haber empatía ambiental sin el cuerpo. Sin él, somos ajenos al “aroma de las flores, los ritmos del canto de las aves, la intensidad de los colores de las hojas arbustivas, gestos, murmullos, etc.”. De manera que, según el especialista, “se debe tener fe en los sentidos para lograr una conexión con los otros cuerpos a través de la estética”.
Ese es el concepto de epistemo-estesis: el impulso de los sentidos a través de un aprendizaje sobre cómo habitar el mundo, en donde se coloque al cuerpo y su sensibilidad en primera escena. El deseo de la vida estará siempre presente, pero para eso el cuerpo debe conectarse con otros.
Ligas de interés: