A pesar de que cada vez hay más mujeres protagonistas en el cine, resulta menos obvio ver su presencia como creadoras y productoras. En el cine experimental pasa algo similar, pero el trabajo de las mujeres cineastas independientes avanza con fuerza en México, con trabajos que ponen en la pantalla las diversas formas en las que las mismas mujeres se desenvuelven en la política, el arte, la cultura y la sociedad.
Las voces de cuatro de esas mujeres, que lideran el cine independiente en México, se dejaron oír en el Centro de Ciencias de la Complejidad (C3) de la UNAM, el pasado 22 de septiembre, a través del bloque Voces/Mujeres en el cine experimental.
El bloque es el tercero del ciclo de video-arte Tenochtitlan 501, organizado por Manolo Cocho, artista asociado al C3 en colaboración con el cineasta Carlos Cruz, director del Festival Internacional de Video y Cine Experimental, Fisura. El ciclo tiene como objetivo mostrar la labor de profesionales independientes mexicanos con trabajos que usualmente quedan excluidos de las pantallas comerciales.
En este tercer bloque, Estefanía Díaz, actriz y creadora audiovisual, con estudios sobre movimiento e improvisación, dio a conocer su proyecto Recuerdos del mar, que expone diversas imágenes del océano -olas, peces, plantas, barcos, marineros- y de cómo muchas mujeres que trabajan en el mar se sienten solas, incomprendidas, observadas y tratadas con dureza e insensibilidad. La obra de Díaz retrata el sentimiento de liberación de la mujer frente a las presiones del deber ser que impone la sociedad contemporánea.
“Este espacio sirve como posibilidad para construir una poética a base de imágenes y sonido fuera de la crítica, da lugar a muchas interpretaciones (…) No se pensó en hacerlo para recibir una opinión de expertos, sino para compartir algo que te llama la atención, dijo.
Por su parte, la cineasta y fotógrafa Larissa Rojas, quien ha participado en largometrajes de ficción, documental, videoclips y comerciales, habló de su trabajo llamado Mujeres que luchan, en el que pone al descubierto cómo jóvenes de distintas partes del mundo se reúnen en grupo para hablar de su lucha social por medio de una serie de actividades como talleres, danza, música con el fin de crear un proceso de sanación.
“Como realizadora, tengo la responsabilidad de dejar un testimonio del hecho, al ser parte de una situación debo ser consciente de retratar la experiencia de mujeres, en este caso hablando de su enojo social por la violencia que sufren todos los días”, dijo la cineasta.
En el mismo bloque se exhibió el cortometraje de Elena Solís titulado Memorias de Margarita, una historia alejada de la narrativa convencional que trata del recuerdo que tiene la creadora de su abuela con la que sentía una gran conexión y por la que, a partir de su muerte, busca en retratos viejos formas para seguir adelante y ser feliz.
También se presentó el cortometraje de Carolina Meza Aprendiendo a cantar, un trabajo que enseña la construcción de un relato por medio de un paisaje, en este caso una playa, como una apuesta por la reflexión sobre la identidad personal, de género y temas sociales. Las dos cineastas buscan diseñar piezas únicas en la industria fílmica.
En la presentación en el C3, Carlos Cruz habló de la importancia que tiene este evento para la comunidad estudiantil y el público en general. “Es una compilación del trabajo y lucha por posicionar un cine no industrializado. Estamos abordando muchos temas, desde transfobia hasta indigenismo (…) Es un derecho que tenemos todos de compartir ideas que den eco a nivel internacional, se trata de crear una comunidad”, dijo el curador de Tenochtitlan 501.
Además, agregó, los cortos son una muestra del esfuerzo y dedicación de las mexicanas y los mexicanos por crear obras que representan y retratan una fracción de la realidad del país.
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