Noticia 239

Calcular costos de daños ambientales, la labor de los economistas ecológicos

La naturaleza nos provee más beneficios de los que se han considerado desde el punto de vista de la economía clásica.

   Pablo R. Martínez
   13 de noviembre de 2022

¿Cuánto valen los servicios y daños ambientales? ¿Con base en qué se establece su valor? ¿Cuál es la ventaja de estimarles un valor monetario? Estas preguntas, y otras, son parte del objeto de estudio de la ecología económica y de especialistas como Andrea Sáenz-Arroyo, investigadora asociada en el Centro de Ciencias de la Complejidad de la UNAM (C3).

Sáenz-Arroyo, bióloga marina, doctora en economía ambiental, y también investigadora en El Colegio de la Frontera del Sur, participó en el seminario “Cuidados para la Vida y el Bien Común” con una charla titulada “Conservar, restaurar o mejorar: las tres claves para sanar nuestra relación con la Tierra”, el pasado 21 de octubre del 2022 en el Centro de Ciencias de la complejidad (C3), en la que compartió algunos de los objetivos y métodos de la economía ecológica.

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Dra. Andrea Sáenz-Arroyo.

En economía ecológica, los procesos biofísicos son transformados o tomados en cuenta como aquellos beneficios que recibimos de los ecosistemas naturales para luego hacer una estimación o valoración monetaria, no para venderlos a empresas, si no para entender lo que representan en la economía y saber qué es lo que nos proveen estos servicios ecosistémicos.

“Si yo tengo un arrecife de coral bien conservado, y ese arrecife de coral previene la destrucción de la zona costera, los economistas ecológicos calculan cuánto me costaría poner una barrera artificial de lo que yo recibo gratuitamente de la naturaleza”, mencionó la investigadora.

Los temas de interés de la investigadora giran en torno a la interacción entre las sociedades y el medio ambiente, los derechos comunitarios y la restauración de ecosistemas marítimos. Ha dedicado sus estudios a comprender la construcción de comunidades sustentables, prósperas e incluyentes, capaces de cuidar y preservar los ecosistemas marítimos en diferentes latitudes del planeta.

“La economía clásica mide el bienestar con dimensiones unilineales, es decir, con el capital que se construye, con el producto interno bruto o con el crecimiento de la riqueza financiera”, o por el crecimiento económico, el gasto en seguridad o la riqueza y lo que podemos comprar con ella, dice la investigadora.

El problema es que esos elementos no necesariamente le producen a la sociedad un verdadero bienestar, ni toman en cuenta que el planeta también nos aporta, sin necesidad de transformación humana, bienestar a la sociedad.

“Por ello decimos que la gran diferencia entre ellos y la economía ecológica es que nosotros ponemos a la economía humana dentro del planeta y no fuera del planeta; la tierra y los ecosistemas nos producen bienestar sin que tenga que pasar por convertirse en un producto de supermercado”, enfatizó Sáenz-Arroyo durante su charla.

   Economía global vs servicios de la naturaleza

“En 1997 la economía global era de 18 trillones de dólares, mientras que el valor de los servicios ecosistémicos era de 33 trillones de dólares, casi el doble, pero para 2011 la economía mundial era de 75 trillones de dólares y el valor de los servicios ecosistémicos se calculaba en 125 trillones de dólares”, dijo la académica.

Estos fueron los resultados de una serie de investigaciones que presentó la investigadora y que fueron realizadas con la intención de revelar que la naturaleza nos provee más beneficios de los que se han considerado desde el punto de vista de la economía clásica.

Estas cantidades demuestran dos cosas: por un lado, recibimos muchas más cosas, y gratuitas, de los ecosistemas y, por otro lado, hay una tasa de pérdida de los ecosistemas, la cual es muy rápida, por lo que “si seguimos con este paso, en un futuro ya no tendremos servicios ecosistémicos”, puntualizó Sáenz-Arroyo.

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La investigadora Andrea Sáenz Arroyo muestra la conexión entre los servicios de los ecosistemas y el bienestar humano.

Algunos de estos servicios incluyen: proveer alimentos, agua dulce, madera, combustible; regulación del clima y enfermedades, purificación del agua; apoyo al ciclo de nutrientes, a la formación del suelo y en las actividades primarias.

Con la conversión de ecosistemas a zonas urbanas, los ganadores son los dueños de la propiedad privada, mientras que los perdedores son las sociedades, pues terminan desapareciendo todos los beneficios que otorgan los ecosistemas. Esto es la paradoja del sistema económico, que agudiza la inequidad de las sociedades, generando una disparidad que provoca violencia.

   Conservar, restaurar o mejorar

“En la economía ecológica, desde hace casi dos décadas, se está planteando el camino a seguir, si enfocarse en las desgracias planetarias como el cambio climático o en diseñar algo que proteja todas las funciones ecológicas de las cuales se beneficia la sociedad”, dijo Andrea Sáenz-Arroyo.

“Nuestras actividades pueden contribuir al cuidado de la Tierra, así como lo hacen miles de millones de especies, es decir, tenemos que adaptarnos de manera consciente a contribuir, a restaurar, mejorar y conservar las funciones ecológicas que han evolucionado a lo largo de miles de millones de años. Hay que entender que formamos parte de un proceso ecológico de una evolución que lleva mucho tiempo, y la cual estamos al borde de perturbar de una manera que terminaremos expulsados de este sistema”, finalizó Sáenz-Arroyo.

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Libro "Un mar de Esperanza de Andrea Sáenz-Arroyo". Escanea el QR.

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