Los embotellamientos viales son un dolor de cabeza para las personas que habitan
un territorio, conduzcan auto o no. Es un problema cada vez más frecuente en las
ciudades y México no es la excepción. Para solucionarlo, investigadores del Centro
de Ciencias de la Complejidad lo analizan como un sistema complejo y, proponen,
resolverlo mediante una perspectiva integral que tome en cuenta las conexiones
entre las diferentes opciones de transporte en una ciudad.
Uno de ellos es Marco Antonio Rosas Pulido, biólogo adscrito al Centro de Ciencias
de la Complejidad (C3) de la UNAM, quien desarrolla, como parte de su maestría en
Ciencias de la Sustentabilidad de la UNAM, un trabajo que busca cambiar la forma
en la que se mueven las personas en las ciudades más congestionadas.
El tráfico es más que la suma de autos
No es sorpresa para nadie que nuestro país enfrenta graves problemas de
congestión vehícular. De acuerdo con el informe de la consultora
Confused, que
analizó la carga de tráfico por regiones según el número de vehículos matriculados y
carreteras en funcionamiento, México ocupa el treceavo sitio de las ciudades con
más atascos en el mundo. Hay 29,603,200 coches registrados que comparten
398,148 kilómetros de vialidades, esto quiere decir que 74 automóviles compiten por
cada kilómetro de pistas.
Pero el tráfico es más que la acumulación de automóviles en una zona, también es
el conjunto de las causas y las consecuencias que éste genera. Por ejemplo, es un
problema de salud porque provoca estrés en las personas. El
estudio
La Movilidad: análisis de su impacto en la productividad
de las empresas de Hermosillo,Sonora, México, realizado por investigadores del
estado y publicado en diciembre de 2022 en la Revista de Investigación Académica sin
Frontera, a través de un cuestionario aplicado a 204 trabajadores según una muestra
limitada de la población total, indica que el tráfico es lo que más genera tensión en
los individuos, seguido de accidentes ocurridos en el trayecto, el clima, retrasos en
la ruta de transporte o mal estado de las calles. Estos elementos ocasionan, de acuerdo
con sus propias respuestas, que su traslado diario sea agobiante, les falte concentración
en las primeras horas de la jornada laboral, tengan un carácter irritable y experimenten
una baja sensación de energía.
El tráfico, además, tiene un impacto social y económico. De acuerdo con el
estudio
El costo de la congestión: vida y recursos perdidos
, elaborado por el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) en septiembre de 2019,
en el que se analiza la congestión vehicular en las 32 ciudades con mayor actividad económica
de México, el tránsito en la República cuesta 94 millones de pesos al año, que es
tres veces más del presupuesto asignado a la inversión que tiene planeada la
CDMX en el periodo de 2018 a 2024. También menciona que optar por el automóvil
beneficia a familias con mayores ingresos, incrementa la cantidad de vehículos, el
tráfico y dificulta la movilidad.
Lo complicado del asunto ha llevado al biólogo a analizarlo desde las ciencias de la
complejidad. Más que el tráfico, el investigador estudia la movilidad urbana con base
en lo que él considera un elemento central para descongestionar las ciudades y
mejorar la vida de quienes las habitan: el transporte público.
La clave: mejorar el sistema de transporte público
"Si queremos llevar una ciudad hacia un estado más sostenible, es necesario
abordarla como un todo desde una perspectiva de la complejidad, y para eso
tenemos que partir de un elemento y analizar cómo se relaciona con los demás",
explica Rosas Pulido.
El elemento que Rosas Pulido ha elegido es el transporte público. Y este es clave
porque la forma en la que las personas se trasladan interactúa con otras
permanentemente, de manera que un medio de traslado influye en el otro. En una
ciudad, por ejemplo, podemos ver que el auto particular interactúa con el metrobús,
o que la bicicleta lo hace con los peatones. De modo que, de acuerdo con el
investigador, si se hace más eficiente esa interacción entre estos medios de
transporte, la movilidad puede ser más ágil y, sobre todo, más sustentable.
“El transporte público es un sistema de lo más sostenible que hay, mucha gente se
va hacia el transporte activo como la bicicleta o caminar, que efectivamente generan
menos emisiones, pero el transporte público mueve más personas en una ciudad,
puede generar muchos más cambios estructurales en el sistema de movilidad
urbana”, comenta Rosas Pulido.
En una ciudad, el transporte público se refiere al uso de camión, metro o tren.
Debido a que es público, en muchas ciudades no está lo suficientemente adecuado
para la cantidad de personas que sirve, lo cual deriva en que sea un medio de
transporte deficiente.
“El transporte público tiene problemas en cuanto a certidumbre y confort. La primera
tiene que ver con la organización de los viajes en el día y la segunda en saber el
tiempo que se hacen en el trayecto”. Para la gente, esto significa que no sabe
cuándo pasará el transporte, ni la certeza de que, al tomarlo, harán un tiempo fijo
todos los días”, dice Rosas Pulido.
Así que el proyecto del investigador busca mejorar el sistema de transporte público
al ampliar su cobertura y optimizar su servicio para promover una mayor
oportunidad de ingreso a los ciudadanos, también daría pie a la formulación de
políticas públicas encaminadas a garantizar condiciones igualitarias para grupos
vulnerables.
“Hay que establecer horarios y frecuencias fijas para dar a conocer a la multitud los
minutos u horas que puede tardar su transporte y de esa forma no hacerlos esperar
en la estación (...) Es necesario mejorar la operación del transporte público con base
en la confiabilidad (horarios y frecuencias) y comodidad para que sea una verdadera
opción para reemplazar el uso excesivo del automóvil privado”, declara el científico.
El proyecto piloto en Hermosillo
Para comprobar que al mejorar los horarios y las frecuencias del transporte público
puede mejorar la movilidad en una metrópoli o disminuir la congestión vehicular, el
investigador del C3 inició un proyecto en Sonora, un estado con 1,435,992
automóviles y un total de 2,944,840 habitantes de acuerdo con
cifras
del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI).
Hermosillo, su capital, es la ciudad más habitada del estado. En menos de 10 años,
la ciudad pasó de 784,342, según datos de la Agenda de Largo Plazo del Municipio,
a 936,263 personas. Además del aumento de población, son 300 los camiones que
cubren las 32 rutas los que generan largos tiempos de espera para los usuarios, en
varios artículos, la prensa local reporta que el tiempo de retraso es de 25 minutos a
una hora.
Otro elemento a tener en cuenta en Hermosillo es el clima. La temporada más
calurosa dura de abril a junio, con un promedio diario de 33°C, mientras que la
etapa más fresca se da de noviembre a febrero con 27°C, en promedio. Las altas
temperaturas que alcanzan un máximo de 37°C cuando el clima es seco y
mayormente despejado, “afectan mucho a la gente que está esperando el
transporte”, dice el investigador.
“A la gente le ayudaría mucho saber cuándo va a pasar el autobús para no
exponerse tanto tiempo al calor y puedan planear mejor su ruta sin mayor problema
para estar muy poco tiempo en la parada. El saber a qué hora va a pasar el autobús
es casi como tener coche “porque tú sabes cuándo sales y a qué hora llegas
dependiendo del tráfico. Lo mismo pasa con el transporte público, si tú entiendes
cómo está funcionando, puedes establecer frecuencias muy precisas, tiempos de
llegada y de salida muy concretos”, afirma el biólogo.
Rosas Pulido está evaluando soluciones. Y una de ellas se basa en los datos
generados a través de la tecnología GPS (Sistema de Posicionamiento Global), con
base en los cuales planea hacer estudios para eficientar tiempos de frecuencia de
caso por ruta y por parada. Ello permite establecer horarios y frecuencias fijas para
los sistemas de transporte público.
“El tema es interesante porque para analizar la operación del transporte público en
una ciudad, se debe de contemplar su diseño urbano. En el caso de Hermosillo, el
problema consiste en que hay una alta concentración de rutas que pasan por los
mismos lugares. Lo que se propone, por ejemplo, es que si pasan tres autobuses
por la misma calle, las paradas están escalonadas, así los camiones no se juntarían
en el mismo espacio y la gente tampoco, sino que haya una distribución en las otras
estaciones”, opina Rosas.
A pesar de la importancia del transporte público, para el investigador el enfocarse en
un solo medio de transporte es insuficiente, porque simplifica el sistema. Lo que hay
que hacer, dice, es entender cómo se conectan distintos medios de transporte, con
las personas, su comodidad y su salud, con las rutas y la infraestructura. Hay que
ver la movilidad como una red compleja de elementos que se “comunican”
permanentemente.
“Para tener un impacto en la población, lo importante es concentrarse en mejorar la
conectividad entre los diferentes modos de transporte, al contemplar cómo están
interactuando entre ellos, se está considerando la parte integral del sistema de
movilidad en una ciudad. Por ejemplo, una decisión podría ser que es mejor caminar
más para llegar a una parada que a otra, si es beneficioso para los peatones, se
pueden tomar esas decisiones”, plantea el experto.
Para Marco Rosas, este tipo de trabajos puede revelar la importancia de entender la
movilidad como un sistema complejo, y puede hacer que otras ciudades establezcan
rutas claras para que, a partir de aumentar la eficiencia en el transporte público,
haya más ciudades donde se pueda habitar y trasladarse de forma cómoda.
“El transporte público es un punto de partida hacia la sostenibilidad. Disponer de un
sistema eficiente puede ayudar a disminuir el riesgo de accidentes, reducir el
consumo de energía y generar un entorno más saludable”, concluyó.
Ligas de interés: