Hemos normalizado la violencia que permite la explotación y el maltrato hacia los animales, afirmó la bioeticista Elizabeth Téllez Ballesteros en su charla “One Health como plataforma para el cuidado y bienestar animal”, que impartió en el Centro de Ciencias de la Complejidad el pasado el 12 de marzo del 2024 como parte del Seminario de Cuidados para la Vida y el Bien Común.
Téllez Ballesteros es médica veterinaria zootecnista y maestra en ciencias de la producción de la salud animal por la Facultad de Medicina, Veterinaria y Zootecnia (FMVZ), también es doctora en ciencias en el área de bioética por la Facultad de Medicina y actualmente es profesora de bioética en la FMVZ y la Facultad de Ciencias, todas de la UNAM.
En su visita al C3 la académica hizo una dura crítica a las industrias de alimentos y de fármacos por su forma de explotar a los animales no humanos. “Se ven como productos y no como individuos. Y para consumirlos, los sometemos [en este modelo productivo y acumulativo] a vidas sin calidad de vida”. La gente dice: “’para eso están, nacieron para morir igual que nosotros’ sí, pero nadie nos confina en un lugar para engordarnos y matarnos (...) hacemos muchas cosas terribles con los animales bajo la idea de ‘no pasa nada, así se ha hecho siempre’ y esta es una falacia de apelación a la tradición”, dijo.
Una de las razones de que este trato violento pase inadvertido está en las leyes que lo permiten. Dentro de nuestra sociedad hay una segregación entre animales de compañía y especies de consumo y las normas legales no defienden a todos los animales por igual. Uno de los huecos en la legislación mexicana, puntualizó Téllez, es que “dentro del Código Civil federal, Artículo 750, los animales están categorizados como ‘bienes-inmuebles”.
El Artículo menciona como bienes-inmuebles una larga lista que incluye instalaciones, estatuas, palomares, máquinas, vasos e instrumentos, aparatos eléctricos, manantiales, líneas telefónicas, pero también “plantas y árboles”, así como “animales que formen el pie de cría en los predios rústicos destinados total o parcialmente al ramo de ganadería”; así como “las bestias de trabajo indispensables en el cultivo de la finca mientras están destinadas a ese objeto”.
Otro fallo en contra de la vida animal es la poca exigencia a las condiciones a las que se expone el animal antes de ser asesinado. La investigadora aseguró que “no basta con los sellos de Tipo Inspección Federal, pues sólo garantizan la inocuidad del alimento, pero no el bienestar animal; es necesario exigir sellos que garantizan que los animales fueron criados, transportados y matados de forma correcta (...) Los animales son un termómetro de la sociedad, si dañamos a un animal estamos reflejando cómo nos comportaríamos con otro ser humano”.
La académica propuso una redefinición de los marcos en los que estos actúan que involucren a la bioética, el bienestar animal y la responsabilidad con las vidas de los animales. “No necesitamos más animales, necesitamos animales que vivan con calidad”.
Para lograrlo, dijo, es necesario generar sistemas productivos que permitan una mejora calidad de vida para los animales donde “no se separa al becerro de la madre, donde las gallinas pueden salir a pastorear, escarbar en el suelo; donde los animales pueden vivir en una condición mucho mejor”.
Úsese y tírese
La bioeticista retomó la obra "¿Antropoceno o capitaloceno?: Historia, naturaleza y crisis del capitalismo " del historiador estadounidense Jason Moore, para plantear que nuestras relaciones actuales con otros seres vivos es la razón de producción, la instrumentalización y una banalización de la vida, cualidades del capitalismo que han propiciado el deterioro del medio ambiente.
El capitalismo, señaló Téllez, “es una economía lineal que sugiere el ‘cómprese, úsese y tírese’. Hay una obsolescencia programada y no se dan alternativas ecológicas”. Y eso ha impactado también en la vida de los animales pues a pesar de que los animales son seres conscientes y sintientes, con semejanzas morfofuncionales a las que poseemos los humanos (como dice la Declaración sobre la conciencia animal del 7 de julio de 2012 de la universidad de Cambridge), el sistema capitalista ha llevado al ser humano a lucrar denigrando su vida y la integridad del ecosistema en el que habitan.
Un ejemplo de ello es la deliberada cantidad de gas metano, promotor del calentamiento global, liberado hacia la atmósfera. A pesar de que este gas se asocia al ganado bovino, su impacto “no es culpa de esta especie, sino de la actividad humana [la industria ganadera], que hace que estos animales se estén reproduciendo en demasía. A mayor cantidad de humanos, mayor es el requerimiento de alimento y mayor cambio de uso de suelo”, reflexionó Téllez.
Pero el impacto de la industria ganadera no se limita a la generación de gases de efecto invernadero, también afecta otros recursos como el agua. Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (ONUAA), FAO por sus siglas en inglés, la agricultura representa el 72% de las extracciones mundiales de agua dulce, mientras que en México el uso agrícola del 2020 representó el 67.52% del total de agua nacional.
También detrás de ese uso tan desmedido de agua, están los seres humanos. “Se requieren 15 mil litros de agua para producir un kilo de ternera, que incluye tanto el agua que beben los animales como la que se usa para regar su alimento, lavar los rastros y los frigoríficos. Esta es agua contaminada con excretas y fertilizantes que llega al mar y termina por generar zonas muertas y contribuir al blanqueamiento de corales”. Así, dijo la investigadora, en aras de la producción y acumulación de capital, se contaminan y desperdician enormes cantidades de este líquido.
Por otro lado, la forma en la que se trata a los animales también puede tener impacto en la salud de los animales, incluido el ser humano. “El 60% de las enfermedades infecciosas son de origen animal, tres de las cinco enfermedades humanas que aparecen cada año son de origen animal y 75% de los agentes patógenos del ser humano son de origen animal (...) la siguiente pandemia se va a generar a raíz de los animales, debemos estar conscientes de esto para cambiar la forma en que nos vinculamos con los animales”.
Una salud
Fue el psicólogo británico Richard D Ryder, catedrático de la universidad de Oxford, quien introdujo en 1970 el término especismo en el debate sobre la instrumentalización animal, que es prácticamente una discriminación negativa hacia otro ser vivo por no pertenecer a una determinada especie. “Es un odio análogo al racismo, al sexismo, al clasismo, a la homofobia”, comparó Téllez.
Téllez Ballesteros dijo que el paradigma que vivimos es uno “antropocéntrico” incluso “androcéntrico” pues “el hombre se pone en la cúspide de la pirámide y lo que tendríamos que hacer es transicionar a un sistema mayormente biocéntrico, donde hombre, mujer, gato, perro, caballito de mar, abeja, elefante, cocodrilo, todos somos una vida en medio de muchas otras que quieren vivir”.
La necesidad de procurar el bienestar animal dentro de los planes de desarrollo es recabada en la propuesta de Una sola salud, que es un enfoque integral y unificador para equilibrar y optimizar la salud de las personas, los animales y los ecosistemas. La experta en bioética señaló que “procurar la salud de los animales debe de reconocer en sus principios que son individuos sintientes, poseedores de valores inherentes y en principio de no maleficencia y justicia”.
Una de las respuestas al capitaloceno y su deterioro ambiental que compartió Téllez Ballesteros es la adopción de una cultura de “Biomímesis”. Este término es acuñado por el filósofo y escritor español, Jorge Riechmann, quien reconoce dos tipos de problemas en el modelo capitalista actual, uno de escala, pues tenemos un sistemas económicos demasiado grandes, y otro diseño, pues estos sistemas socioeconómicos están mal adaptados.
“Estas cuestiones se resolverían respectivamente mediante una autolimitación, consumir solamente lo esencial, y mediante imitar a la naturaleza a través de la ecoeficiencia y la sostenibilidad”, dijo Téllez Ballesteros.
La investigadora concluyó su charla en el C3 con un énfasis en la bioética, una disciplina que se caracteriza por ser crítica y propositiva, y que invita generar cambios positivos, como “la repartición adecuada de los recursos; reconocer cuáles de nuestros intereses son vitales y cuáles son secundarios; procurar un mínimo daño cuando dos intereses vitales chocan y retribuir o compensar el daño una vez logrado el cometido”. Es muy simple: “Cuando decidimos cuidar y proteger a uno, ayudamos a cuidar y a proteger a todos”.
Ligas de interés: