Aunque su aportación suele pasar desapercibida, los cuidados son parte de la economía, y por ello es necesario medir su valor económico como una forma de reconocer su relevancia en las sociedades.
Así lo explicó María Ángeles Durán Heras, doctora en Ciencias Políticas y profesora de investigación en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España, en el seminario Cuidados para la vida y el bien común del Centro de Ciencias de la Complejidad (C3) de la UNAM.
Durán lleva más de una década estudiando cómo puede ponérsele valor económico a los cuidados. Desde 2012, cuando publicó su libro El trabajo no remunerado en la economía global, hasta su más reciente publicación La riqueza invisible del cuidado, en 2018, la doctora Honoris Causa por la Universidad Autónoma de Madrid destacaba que “los cuidados son una forma de trabajo no remunerado”, los cuales implican que las personas cuidadoras invierten tiempo y recursos en la realización de tareas para cuidar a otros.
Cuidar comúnmente se relaciona con las personas que viven con una enfermedad, pero no se limita a ellas. “Esa es una definición muy restringida del cuidado porque es nada más ayudarle a que coma, a que se mueva, a que respire, pero todo eso únicamente en el supuesto de que no lo pueda hacer por sí mismo”, dijo Durán.
“Sin embargo, hay muchas personas sanas que necesitan cuidados por razones múltiples”, como las infancias, las personas ancianas, migrantes, aquellas que están en calidad de asilo, o inclusive aquellas que son víctimas de discriminación o que viven una situación de maltrato.
En el seminario, Durán explicó que para poder dar un valor a los cuidados hay que partir de un concepto distinto de economía, un concepto que no sólo tome en cuenta las mercancías sino que incluya otros bienes de los que habitualmente no se ocupa la literatura económica. La investigadora define economía como "la producción, distribución, consumo y acumulación de bienes y servicios escasos susceptibles de uso alternativo". Esto incluye, por ejemplo, recursos medioambientales y el trabajo no remunerado que se realiza en los hogares.
La académica puso énfasis en que es necesario destacar el papel de los hogares y la economía no monetarizada en los cuidados. “Para que el análisis económico sea más realista y más profundo hay que innovar, y la innovación pasa por incorporar e integrar los recursos no monetaristas de la economía global”, afirmó.
Los cuatro agentes económicos
Los cuatro agentes o actores principales de la economía: el mercado, el hogar, el Estado y las organizaciones sin fines de lucro (voluntariado), e identificar cómo consideran los recursos de tiempo y dinero para poder cuidar.
El mercado prioriza más el dinero que el tiempo porque en él todo se transforma y todo adquiere valor con base en el dinero; pero en los hogares, por ejemplo, las familias exportan su tiempo en forma de trabajo y [vuelve] a ellos como dinero, en forma de salarios o beneficios, que pueden usar para cuidarse.
El Estado, por su parte, puede ofrecer recursos que en parte serán dinero, y también tiempo de sus propios trabajadores mediante programas realizados y supervisados por instancias y secretarías. Finalmente, las organizaciones sin fines de lucro, que son clave en situaciones imprescindibles como desastres naturales o de emergencia, necesitan tener una base económica para ampliar los servicios de cuidado a la sociedad.
Pero uno de los grandes problemas del valor económico de los cuidados es, justamente el tiempo y el dinero. Porque, por un lado, el cuidado requiere tiempo pero es un tiempo que no suele ser pagado.
Eso justamente plantea Durán en un capítulo de otro de sus libros titulado El trabajo del cuidado en América Latina y España, publicado en 2011: “la capacidad económica de los receptores del cuidado suele ser inversamente proporcional a la necesidad de recibirlo”. En otras palabras, quienes más necesitan ser cuidados, menos posibilidad tienen de pagar por ello.
Las personas que padecen alguna enfermedad son un ejemplo claro de ello: “En la inmensa mayoría de los casos de enfermos no pueden pagar, pues cuanto más años lleven enfermos más probable es que hayan agotado sus recursos y que la mayor parte del cuidado que necesiten no lo pueden pagar”, comentó.
Caracterizar, antes de darlos un valor
El hecho de que muchas de las personas que requieren cuidados no puedan pagar por ellos no significa que no tengan un valor. Y para Durán, una de las primeras acciones en el camino de valorizar estas tareas tiene que ver con caracterizarlas y entender por qué son distintas a otros servicios.
En los cuidados, por ejemplo, la oferta son los servicios que son prestados por los actores económicos. “El cuidado es un servicio. A diferencia de la economía de los objetos, en la economía de los servicios, la producción no es estocable, o sea, no se puede almacenar”, explicó Durán. Esto significa que no tiene un precio fijo a diferencia de objetos que se pueden comprar o que tienen un cierto valor.
Estos servicios son prestados por algún familiar. “La mayor parte de los cuidados recibidos a lo largo del ciclo vital los proporcionan los miembros del propio hogar sin que medie una relación monetaria directa”, aclaró Durán. Por tal motivo es necesario tener en cuenta a los hogares en la economía no monetarizada.
Otra característica que tienen estos servicios es que deben realizarse in situ, es decir, en el mismo lugar que se solicitan. “Tenemos que lograr que el productor (el actor económico) y el consumidor del servicio coincidan en el tiempo del servicio. [Ellos] tienen unos horarios que no se pueden mover, por ejemplo, a un niño no le puedo enseñar matemáticas a las 3 de la madrugada”, ejemplificó Durán.
Otra característica de la demanda de cuidados es que no tiene límites porque siempre se puede mejorar su calidad y readapartarse a cubrir una necesidad. “La prestación de cuidados es la cara complementaria de su demanda. No siempre se ajustan perfectamente, y existen demandas no satisfechas, igual que prestaciones excesivas o rechazadas por aquellos a quienes van dirigidas”, explica Durán en el capítulo “El trabajo del cuidado en el marco macroeconómico”.
Con todos estos elementos, hay que establecer variables específicas que tengan sentido dentro de las tareas de cuidados.
Un ejemplo es lo que hizo el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) de México al implementar el simulador de valor económico de las labores domésticas y de cuidados, el cual permite tener una idea al usuario del valor económico de sus actividades no remuneradas.
Aunque este tipo de herramientas ayudan, todavía son limitadas. Para Durán, en el futuro espera que se atiendan los cuidados de los sectores más vulnerables de la población como lo son las personas ancianas, las infancias, las personas con capacidades especiales, e inclusive, las personas migrantes. Todo bajo la lógica de que “los que más necesitan [cuidados] son los que menos presión pueden hacer para conseguir los recursos”, comentó.
Para ella, medir el valor económico de los cuidados tendrá que ser un eje central en cualquier país que desee implementar un Sistema Nacional de Cuidados, porque implica una forma de reconocer la importancia de ellos y en cómo las instituciones privadas y gubernamentales pueden ofrecer mejores servicios.
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