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Asimetrías del sonido

   Ángel Garduño-Sánchez* y Andrea Ángeles Pérez
   14 de marzo de 2019

El elevador subió al piso más alto del edificio, marcado con una A en el tablero. Esperamos ansiosos a que las puertas se abrieran en un terreno desconocido: la azotea. ¿El objetivo? Explorar los sonidos desde las alturas. Escuchar al viento resoplar sobre el rostro, las risas de los niños que juegan en la explanada del museo Universum a lo lejos, los autos que recorren las avenidas, el canto de las aves y un molesto sonido motorizado proveniente de las entrañas del edificio.

Así comenzó Asimetrías del silencio en el C3, una caminata sonora guiada por el artista Fabián Ávila Elizalde quien el pasado 1 de

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marzo exploró la arquitectura del Centro de Ciencias de la Complejidad (C3) de la UNAM a través de la apreciación de sonidos.


Ávila Elizalde es licenciado en psicología por la UNAM y se graduó con honores de la maestría en Música con especialidad en Tecnología Musical. Anteriormente realizó un proyecto sonoro vinculado con la enfermedad y el dolor crónico en pacientes con cáncer en la sala de Oncología del Instituto Mexicano del Seguro Social. Fue esta intervención la que motivó a Rossana Lara, organizadora del seminario “Arte, ciencia y complejidad” a invitarlo a realizar una intervención sonora en las instalaciones del C3.

   El espacio habla

La caminata tuvo como objetivo conocer la configuración del espacio a nivel sonoro. Ávila planeó una ruta y en cada parada dedicó tres minutos de escucha, donde los asistentes podían cerrar los ojos, explorar el espacio e incluso interactuar con éste para crear sonidos. Previo a cada escucha, el artista sonoro lanzó a los participantes algunas preguntas para reflexionar.

Explicó en entrevista que estas preguntas provienen de una serie de protocolos diseñados por el “colectivo internacional, Ultra-Red, que trabaja en la escucha para incidir en temas como el racismo, la homofobia, la explotación laboral, la migración, entre otros”.

Para Ávila la caminata es la obra en sí misma y de forma paralela se puede producir una obra con la inspiración que emerge del espacio y generar una sensibilización al sonido. Una asistente comentó que usualmente no prestamos atención a los sonidos cotidianos que nos rodean pero al volverlos conscientes podemos aprender mucho del espacio e incluso de nosotros mismos.

   Burbujas mudas

Durante la exploración del primer piso del edificio se escucharon dos sonidos desagradables, un zumbido proveniente de una planta de luz y un sonido ultra agudo que tiene como propósito ahuyentar a cacomixtles y tlacuaches que debido a la arquitectura del Centro, construido de forma elevada sobre la roca volcánica que caracteriza al Pedregal de San Ángel, buscan anidar en el edificio.

Rossana Lara comentó en un correo electrónico que este tipo de sonido “imponen alejamiento de las áreas comunes e incluso interfieren con las actividades, entonces los pasillos y salas se vuelven espacios impersonales, cada quien termina en su propio cubículo”.

El Centro se fundó con la premisa de un trabajo académico inter y transdisciplinario. El diseño del edificio pretende facilitar la comunicación, el diálogo y discusión entre las diferentes áreas de conocimiento que lo conforman. El análisis a través del sonido sin embargo plantea interrogantes. La ambientación sonora podría afectar la sinergia que se busca promover entre sus miembros.

Un estudiante de ingeniería que asistió a la caminata expresó contrariado: “yo nunca había entrado […] pero noté demasiada seriedad. Pensé que por ser un centro interdisciplinario iba a encontrar a toda la gente dialogando pero es muy serio, muy solemne”.

   Los pasos que rompen el silencio

¿Para
qué
trajimos
todo
este
silencio?

se lee en un cartel pegado en uno de los cristales en la entrada del edificio. Sobre el silencio, Ávila reflexionó: “hay gente que le estresa, a unos les ayuda concentrarse, hay a quien le relaja y hay quien dice que es para trabajar”. Parece que “el silencio es sinónimo de productividad. Si hay silencio significa que la gente está trabajando”.

Estas ideas emergieron en una discusión post-caminata. Tras escuchar y explorar el recinto los asistentes pudieron hacerse una idea de cómo funcionan las dinámicas sociales en el C3. Y esta experiencia sirvió como catalizador para una discusión crítica sobre la construcción del conocimiento científico.

Ávila y Lara tienen planeada otra intervención similar a la caminata. Ahora que cuentan con testimonios de miembros y personas ajenas al C3 buscarán realizar mensajes en hojas de papel que reflejen el caracter del silencio y el ruido en ambientes académicos.

Desde la experiencia de Lara como artista y música la mejor forma de trabajar con los sonidos no es ignorarlos y encerrarnos en burbujas. Se trata de preguntarnos su origen, de analizarlos para saber qué nos pueden decir del lugar y de la ideología de estos espacios. Cuestionarnos si queremos ese silencio o esos sonidos, o si queremos otros distintos.

*Becario/a del Programa UNAM-DGAPA-PAPIME PE308217

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