En un pueblo de Veracruz, un lingüista llamado Martín, viaja a entrevistar a los últimos dos habitantes que hablan una lengua indígena conocida como Zikril. Estos últimos habitantes son Don Isauro y Don Evaristo, quienes llevan más de 50 años sin hablarse por una pelea que tuvieron en su juventud. El primer desafío para Martín es reconciliarlos y así poder recuperar su lengua. Pero, un día, la causa de esa pelea del pasado es revelada… y todo cambia.
Este es el inicio de la película "Sueño en otro idioma" (2017) del director mexicano Ernesto Contreras, y una de las cintas que utilizó un grupo interdisciplinario de investigadores del Centro de Ciencias de la Complejidad (C3) de la UNAM para responder una pregunta: ¿Cómo es que una película provoca reacciones emocionales en el público?
La investigadora Ilia Espinosa, comunicóloga de formación e investigadora asociada al C3, se planteó esta pregunta desde las primeras veces que vio la película en el cine.
Incluso ella misma notaba reacciones en su cuerpo a partir de lo que veía en la pantalla: “Pensaba ‘¿por qué estoy tensa?¿por qué siento el estómago revuelto?’ Venía estudiando películas desde los sistemas de representación, como los de la sociología y la política, pero me faltaba la parte del cuerpo del espectador, su fisiología”, dice la académica, quien es egresada de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de las Américas, en Puebla.
Así que un día, en agosto de 2022, Espinosa conoció a Ana Leonor Rivera, investigadora del Instituto de Ciencias Nucleares y el C3, quien encabeza CALMECAC. Este grupo reúne a diversos especialistas que estudian la dinámica del cuerpo humano: físicos que cuantifican las dinámicas de regulación de los sistemas fisiológicos; médicos que aportan los conocimientos sobre la organización y el funcionamiento del cuerpo; ingenieros que explican los procesos detrás de las señales eléctricas; computólogos que automatizan los procesos; y especialistas en arte y cine, como Ilia Espinosa, que estudian la parte artística de los estímulos.
Con esta diversidad de talentos, Espinosa inició, como parte de su tesis doctoral, el proyecto Biocinema, una iniciativa que combina la narrativa audiovisual con las reacciones fisiológicas de su espectador para responder a preguntas como: ¿qué hace que las personas reaccionemos emocionalmente a ciertas películas? ¿El contexto cultural afecta las respuestas fisiológicas a estos estímulos? ¿Los hombres reaccionan de manera diferente a como lo hacen las mujeres? Para ella y los investigadores de CALMECAC, además de la curiosidad que le provocan estas preguntas, hay una cuestión que va más allá de su propio interés: ¿puede el conocer cómo reaccionamos ante una película ayudar a mejorar la salud de las personas?
El experimento: midiendo señales fisiológicas
Una de las primeras hipótesis de Ilia Espinosa fue que los elementos dramáticos y audiovisuales de las películas modulan la respuesta fisiológica de las personas espectadoras. Así que, para poder confirmarlo, a finales de 2022, ella y los investigadores de CALMECAC desarrollaron un protocolo experimental para recolectar señales fisiológicas de un grupo de jóvenes durante la proyección de la película “Sueño en otro idioma” del director mexicano Ernesto Contreras. El experimento consistió en usar a 20 sujetos, 10 mujeres y 10 hombres, que tuvieran entre 20 y 30 años de edad y que nunca hubieran visto la filmografía de Ernesto Contreras. La película fue especialmente seleccionada por su construcción dramática y por su potencial para generar reacciones tanto emocionales como físicas en su espectador.
El mostrar películas completas es un elemento único de su experimento, pues lo que se ha hecho en estudios similares es utilizar únicamente fragmentos de las escenas más importantes. “No es lo mismo que se muestre una escena, una escena descontextualizada, a que conozcas y te identifiques con cada personaje y la trama. En este caso, el hecho de que el público conozca a Isauro y Evaristo desde el inicio de la película hace que cobre sentido, por ejemplo, cuando se están peleando en la segunda parte del filme. La respuesta es diferente porque los espectadores establecen un vínculo con los protagonistas”, dice Espinosa.
El experimento se realizó en una sala en la que los investigadores controlaron algunas variables como la temperatura y la iluminación, procurando que los participantes estuvieran cómodos y calmados para que las lecturas de los parámetros cerebrales, cardíacos y de la presión estuvieran en los rangos normales y así poder identificar los cambios que surgieran en los puntos más tensos de la película.
“Por ejemplo, si el participante sentía frío, les poníamos una manta. Nadie de los investigadores del laboratorio podía hablar ni hacer ningún ruido. Casi todo fue como aislado, cada participante veía la película directamente a través de una pantalla. Siempre puede haber errores experimentales, no podemos controlar todas las variables, pero sí tratamos de que nunca hubiera un estímulo externo que pudiera afectar esa actividad”, dice la física Paola Olguín, quien fuera investigadora postdoctoral de CALMECAC y del C3 durante el desarrollo de Biocinema.
“También hablamos con los participantes para que no trajeran relojes inteligentes ni celulares que los pudieran distraer a lo largo de la película. Tratamos de concertar las participaciones en días que no tuvieran, por ejemplo, un examen o alguna entrevista importante de trabajo. Incluso era importante que no estuvieran desvelados, ni que hubieran consumido café ni tabaco en las 24 horas anteriores al experimento”, explica Antonio Barajas, médico integrante de CALMECAC e investigador asociado al C3, quien colaboró con el diseño experimental y con la lectura de las señales fisiológicas obtenidas durante los registros.
Para medir las reacciones en el cuerpo de los espectadores, el grupo utilizó distintos aparatos. Usaron electrocardiogramas para medir el ritmo cardiaco; encefalogramas para medir las ondas cerebrales; un esfingomanómetro para la presión arterial; la fotopletismografía, para medir la frecuencia cardiaca a partir de cambios en el bombeo de la sangre; además, un oxímetro para medir la oxigenación. También utilizaron la electromiografía para evaluar las señales eléctricas que se envían a través de la piel, así como el electrogastrograma, que mide las señales eléctricas del sistema gastrointestinal.
Resultados: reaccionamos al drama
Uno de los resultados de la investigación es que las personas tienen respuestas fisiológicas que responden al desarrollo dramático del filme. De acuerdo con Espinosa, hay dos perspectivas importantes en la teoría del cine que nos ayudan a comprender dichas reacciones: una es la simulación encarnada, que es mucho más fisiológica y visceral; la otra es la teoría de la mente, un proceso más cognitivo y consciente.
“Entonces, lo que pudimos identificar es que estos dos procesos están todo el tiempo interconectados. La respuesta fisiológica visceral no aparece aislada o de manera improvisada, sino que es consecuencia de que la persona entiende toda la estructura dramática y genera empatía con los personajes”, explica.
El grupo se dio cuenta que las reacciones fisiológicas varían según el momento de la película. Dependiendo de los momentos de la trama, la presión arterial y la frecuencia cardiaca aumentan, hay sudoración en la piel, exclamaciones o suspiros, e incluso ¡movimientos en las vísceras abdominales! “Un dato interesante es que la actividad electrodérmica va muy de la mano con la actividad gástrica, es decir, cuando nuestro cuerpo reacciona a alguna emoción detonada por la película, se activan las señales eléctricas de la piel, y también las de los intestinos”, explica Espinosa.
“Es muy sorprendente. Uno asume que cuando estás viendo una película, por el simple hecho de estar sentado, no hacemos un esfuerzo cardiovascular importante y que las señales fisiológicas van a ser muy similares. Sin embargo:
También hay cambios a nivel neuronal. “Podemos ver cómo hay periodos donde incrementa la atención, y cambian las oscilaciones de las señales de electroencefalograma, y hay algunas escenas donde podemos observar que todo el patrón cambia”, añade el investigador.
Por ahora, se trata de una lectura general, pero Barajas identifica que este tipo de análisis puede dar información aún más detallada. “Posteriormente, parte de lo que deseamos hacer es tomar estas oscilaciones del encefalograma y analizarlas mediante diferentes técnicas para poder comprender con mayor detalle qué canales y qué electrodos están captando diferencias, en qué momento, qué bandas de frecuencia están siendo estimuladas de electroencefalograma y vincularlo con el funcionamiento cerebral subyacente”, menciona Barajas.
Diferencias entre hombres y mujeres
Otro de los resultados de Biocinema es que hombres y mujeres no reaccionan igual a estímulos audiovisuales. En “Sueño en otro idioma”, a partir de la revelación del secreto más importante de la trama, hombres y mujeres tuvieron respuestas diferentes: “mientras que las mujeres reaccionan de manera más constante y regulada, los hombres reaccionan con picos más abruptos en diversos momentos”, dice Espinosa.
De acuerdo con la investigadora, las mujeres reaccionaron más desde la empatía afectiva debido a que encontraron más actividad en sus parámetros fisiológicos cuando veían rostros, específicamente rostros de dolor y sufrimiento. En contraste, los hombres reaccionaron con mayor actividad a momentos más violentos, como peleas o golpes, es decir, desde una empatía somática.
“En las mujeres era muy claro, la actividad en sus parámetros fisiológicos nunca fue esporádica, sino que fue paulatina. Y en los hombres había picos justo en ciertas escenas, respondían y luego regresaban a su línea, respondían y, otra vez, a su línea. Creo que esa fue la diferencia más grande entre hombres y mujeres”, comenta Olguín.
Quizás más interesante aún es la hipótesis de Espinosa de que las reacciones pueden estar influenciadas por el contexto cultural, es decir, el contexto, las presiones sociales y los estereotipos de género con los que hombres y mujeres crecen. Lo que plantea la académica es que ideas como: “Los hombres no lloran porque son fuertes” o “las mujeres son ‘naturalmente’ más sensibles”, podrían estar incorporadas en la autopercepción de los participantes y afectar los resultados.
“Sueño en otro idioma” representa esta narrativa muy específica sobre los estereotipos de lo que un hombre debe o no ser y debe o no sentir. “Hay un discurso sobre lo que debemos o no hacer basados en nuestro género. Y eso puede afectar la percepción de cómo reaccionamos ante nuestras propias emociones o las reacciones que llegamos a tener sobre ellas”, dice la investigadora.
Las aplicaciones en el futuro
Para Ilia Espinosa su investigación puede tener aplicaciones muy específicas, tanto para la ciencia como para las artes, y especialmente para la cinematografía. En la producción de películas, este experimento puede servir para identificar qué tipo de trama, y de construcción emocional, puede afectar más a los espectadores.
Incluso puede servir para saber qué tipos y movimientos de cámara pueden generar reacciones específicas. Por ejemplo, con una Steadycam (una cámara sujeta a un estabilizador) se pueden hacer tomas con movimientos libres y sin vibraciones, lo que propicia una mayor activación cerebral, dice Espinosa, “porque ofrece una mayor sensación corporal”.
“Un buen cineasta tiene la sensibilidad de comprender su cuerpo, su posición en el espacio y en el mundo y puede entonces comunicarlo en cámara. Podemos hacer al público consciente de su propia corporalidad. Al posicionar una cámara para hacer un movimiento específico, mover una luz o introducir un ritmo, puedes alterar o generar determinadas respuestas”, dice la investigadora.
Pero la producción cinematográfica no es la única potencial aplicación de estos trabajos. También pueden servir para evaluar si algún participante en el estudio presenta alguna anomalía de salud o si algún parámetro fisiológico está fuera de su medida normal.
Por ejemplo, a diferencia de las pruebas tradicionales para examinar la salud de un paciente, desde los exámenes sanguíneos hasta las pruebas de esfuerzo, que pueden ser tardadas o costosas, Antonio Barajas considera que al evaluar los parámetros fisiológicos de una persona viendo una película, o en otros momentos de la vida cotidiana, podría ser útil para identificar anomalías, hacer diagnósticos tempranos y evitar un problema de salud en el futuro.
Independientemente de lo ambicioso del proyecto, Biocinema ya aportó un resultado práctico: las ventajas de hacer investigación interdisciplinaria. “Al principio fue todo un reto porque cada investigador hablaba un lenguaje diferente y nos dábamos cuenta que era complicado entendernos. Pero fue enriquecedor porque cada uno daba un punto de vista distinto a lo que uno acostumbra escuchar en su propio campo de conocimiento”.
“Aprendimos de la doctora Espinosa de análisis cinematográfico, semiótica, y un montón de términos novedosos para nosotros y ella de nosotros aprendió sobre fisiología, presión arterial, etcétera. No es que nosotros nos volvamos cineastas, ni que las cineastas se hagan físicas, pero sí que creemos estas interacciones”, dice Barajas. “¿Cómo es que tú entiendes este proyecto de investigación? Y te presento cómo lo entiendo yo. Es un permanente intercambio. De eso se tratan las colaboraciones entre disciplinas”.
Este trabajo es parte de los resultados del Proyecto PAPIME PE303623: "¿Cómo comunicar la investigación? Una guía para científicos y científicas en formación", que lleva a cabo el Instituto de Fisiología Celular en alianza con el C3, UNAM
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